jueves, 25 de abril de 2024


María Amalia Vazquez

Es arquitecta de formación y fotógrafa de corazón. Su interés por la creación artística la ha llevado también a la literatura, pariendo poemas y relatos que en algún momento podrán leer en este blog, y que seguramente serán publicados en alguna editorial que vea lo mismo que yo: talento.

Fotógrafa convencida y convincente, ha logrado armar un corpus lleno de imágenes insólitas, donde el acto de crear adquiere la visión cronológica de un mundo que vibra.

Es mi amiga virtual hace par de años, y hemos consumido muchos gigabytes en mensajes en torno a los misterios del arte y su intención fundamental, donde he descubierto su visión estética detrás de un lente que verifica y desdobla la imagen real del mundo, dejando impresas las vidas paralelas de quien se deja, o no, atrapar por sus clics.

No existe galería de arte más rotunda que nuestra realidad, pero debe haber un filtro en el reflejo casi incondicionado de esa gente ansiosa por demostrar que existen escenas y dramas escondidos, allí donde todo fluye con tanta rapidez, que casi siempre pasamos de largo, inmersos en el paisaje. Amalia funciona como un taladro, horadando en el mundo que la envuelve, y dejando constancia de otra posibilidad de vidas dentro de la vida. Alegrías, encuentros, desencuentros y soledades, marcan estas fotos.

Disfruten el lente de esta artista:











María Amalia Vazquez
Caibarién. Cuba

Instagram: @marion.vaz

martes, 23 de abril de 2024


 Manos


Se acarician día y noche. Cuando estoy preocupado, feliz, o inmerso en cualquier tarea que me haga pensar, las dos se abrazan con devoción y apego, como demostrando que, si pertenecen al mismo cuerpo, deben asumirlo eternamente juntas; aunque asegurar que será una relación eterna, podría ser un riesgo. 

En mi juventud cometí muchas locuras. Cuando mi tío Alberto dormía, le robaba sus cigarros, y era precisamente mi mano derecha la que cometía la infracción. Muchas veces sentí el cinto de cuero aplastarse contra mi piel, castigado por robar y fumar, siendo casi un niño. El humo no es tan malo como dicen, y mi tío dormía como un guardabosque en la playa, y yo inhalaba nicotina escondido en el cuarto de los regueros con tanta felicidad que me creía adulto, y las cosas se ponían pequeñitas a mi lado, alcanzando a ver problemas futuros e indisolubles para una mente principiante. Entonces llegaba el tío, o la tía o mi madre, y en pocos segundos mi piel ardía como un volcán. 

Los vicios se alojan en una cajita de bronce en el centro del pecho, y allí sobreviven o mueren, controlados por un comité rector que reordena la maquinaria cada cierto tiempo, y según el informe diario, después de largas reuniones y debates internos, se cancela la estancia de los mismos o se les da residencia permanente hasta formar parte del engranaje. Nunca hubo un vicio tan feroz que aquel cuando descubrí en mi mocedad a aquella muchacha bañándose en el aguacero, rodeada de cordeles llenos de ropa que la lluvia volvía a humedecer sin que a ella le importara. El olor a hierba mojada me hacía palpitar como una droga en sangre. Su piel parecía llena de perlas que rodaban hasta sus pies descalzos, y la camiseta blanca, pegada a sus pechos, traslucía la esbeltez de su cuerpo y senos empinados como bolas de fuego. Mis manos se unieron por vez primera para apaciguar mis erecciones con una paja desbordada de placer, elaborando todo un guion donde ella me convidaba a retozar desnudos bajo la lluvia, y sus manos, que eran las mías, acariciaban mi pingÜita enhiesta y asustada, enfrascadas en la honrosa tarea de atender los reclamos de mi cerebro y ejecutar la orden de provocarme orgasmos. La chica nunca lo supo, pero yo lo viví, y traduje su cuerpo mojado en furiosos carnavales de semen que explotaban en el aire como fuegos artificiales. 

¿Qué temblor puede existir en estas manos que acarician y cumplen deseos de un cuerpo que es un todo? El bien y el mal están pésimamente diseñados, pero “el todo” es siniestro en su idea del mundo, asistiendo como buen paramédico los horrores de la adolescencia y el impulso de subir, subir, subir por la cuesta de las soledades.

Las manos son las perras de pelea del castillo, las testaferros que ejecutan los encargos de la corte, y por supuesto, disfrutan las acampadas glamorosas al palpar valles florecidos, y también sufren el comienzo de batallas, recibiendo los primeros proyectiles. Casi pierdo la mano derecha una noche en que un policía me la aplastó contra la acera. El tonfazo fue tan letal, que no pude reaccionar por una hora. Solo atiné a levantarme cuando el dolor había menguado un poco, y salí como una flecha a casa del doctor Herrera, el único médico que conozco que no tiene reparos en recibir en su casa a la gente que llega golpeada por la policía.

Mis manos se aman a pesar de todo, y es lógico; son las prolongaciones que ejecutan casi todos mis planes; saben que son parte de esa mancomunidad que lleva mi nombre, aunque a veces hacen cosas extravagantes.

Mi mano derecha tiene la deformación característica creada por el ensañamiento policial. La fractura del meñique y el anular ha dejado una curvatura extraña, como anunciando el advenimiento de un sexto dedo, y una cicatriz muy fea asoma en la piel, producto de la operación del doctor Herrera tratando de enmendar el desmenuzamiento de huesos y tendones. Es una mano muy fea, parece la de un boxeador jubilado o la de un esclavo egipcio que pasó su vida construyendo la pirámide de Keops. Pero son mías y no todo es malo. Desde que la herida fue sanando, mi diestra ha sido el foco de atención de Dayana, y cuando se acerca, besa la zona crítica, tratando de atenuar la falta de humanidad que una vez recibió.

Aquí está, jorobada y con leve desproporción, pero justamente encima de la herida, la huella de los labios de Dayana ha dejado un espacio color carmín que brilla con el reflejo de la luz.

Es tiempo de repensar, de plantearse un nuevo criterio de vida, pues la marca roja de ese beso encima del símbolo del odio, podrá traerme cierta dosis de consuelo y hasta ternura por mi desdichada mano. 

Dayana es una mujer con más cojones que cualquier hombre, una activista de pura sangre. Son tantas las veces que ha tenido rollo con la policía, que ya he perdido la cuenta de sus citaciones, altercados y amenazas.

Nos conocimos en una obra de teatro, donde para suerte mía, llegó y se sentó a mi lado. Hubo escenas tan fuertes, con movimientos corporales y escasa luz, que ella se aferró a mi mano derecha por vez primera y nunca más la soltó.
A la salida la busqué entre la gente para invitarla a un café u otra cosa que me propiciara tenerla cerca.

–Otro día– me dijo. –pero si quieres acompañarme esta noche, no te lo voy a impedir.
Acepté con ilusión, y me llevó hasta un muro descarnado frente al mar, y allí, sin preguntarme quién yo era, sacó de su bolso una brocha y una lata con pintura azul. En par de minutos el viejo paredón lucía la palabra LIBERTAD de cinco metros de largo, y cada letra semejaba a un volcán a punto de estallar, avisando el cataclismo con señales sobrecogedoras. Mi cabeza comenzó a dar vueltas, buscando en la noche la posible presencia de la policía y chivatos, pero no sucedió; solo la tranquilidad y los ojos chispeantes de la muchacha eran los dueños del performance.

–Me llamo Dayana– me dijo en total euforia. Creo que temblaba de felicidad, y allí, volví a sentir inexplicablemente, el olor a hierba mojada, y la imagen de aquella chica de mi adolescencia se cortó, como trabajado en Photoshop, y se pegó la radiante, indómita, disidente y hasta lasciva forma y volumen de esta mujer llena de puntitos de colores por todo su vestido negro.

Al presentarse oficialmente, tomó mis manos entre las suyas, y allí, por segunda vez creando una conexión, el color azul me manchó, me selló como un cuño para siempre. Es que las manos de esta cabrona y las mías son idénticas en la locura de marcas, cicatrices y dedos romos, en el sudor de la piel y en la sonoridad, porque los dedos de ella suenan como una cítara el pleno desmadre exótico. Cuando hay cuatro manos que tienen química, hay un problema resuelto: la comunicación por contacto.

Carajo, aquella noche fue única. En menos de una hora, sentados descaradamente frente al letrero, ya nos sabíamos nuestras vidas, nuestros deseos y sueños rotos. Hicimos el amor rodeados de cangrejitos y ranas que croaban como el coro del convento de Silos, hormigas que escalaban nuestras nalgas, y el letrero enorme que gritaba LIBERTAD gozaba de nosotros mientras nos acariciábamos y mi mano derecha exploraba dentro de su vagina, intentando llegar con el dedo índice y el del medio, torcidos como un tirabuzón, hasta el centro de su cuerpo, allí donde están las oficinas centrales para suministrar deseos, orgasmos y una leve dosis de palabras extrañas que no tienen traducción y que decimos con tremendo orgullo cuando estamos viniéndonos. 
Nos largamos en la madrugada, tomándonos media botella de ron barato, descalzos y altivos, pintando paredes con signos en contra del gobierno y dibujos profanos.

Dayana es una puta, una puta conceptual y llena de muñecos de papier maché. Es diseñadora de escenografía y atrezo. Sus manos están llenas de bolitas rojas que solo Dios sabe qué coño son, e imagino que le salen debido a tanto trato con telas y agujas. Yo, un relojero sin trabajo, intento utilizar con ella la implacable voracidad del tiempo, y no lo consigo. Dayana es atemporal, como suele suceder con los relojes de calidad, que pueden tener cien años de trabajo continuo, con sus rubíes y el áncora en plena juventud.

Mis manos siempre fueron las salvadoras de mi todo, hasta que un día me obligaron a dejar mi profesión por problemas políticos. Dayana ideó un plan para un nuevo grafiti, e inspirada en mis relojes, me propuso el muro de un edificio destartalado en la avenida Carlos III, donde pintaríamos un reloj enorme de color azul,  y que cada hora fuesen las letras que conformaran la frase BASTA DE ABUSO, y en el centro, donde se ubica la marca del reloj, las siglas PCC.

La idea era loca, pero genial. No tuve reparos y decidimos hacerlo; pero ella quería más, y en recuerdo de aquella primera vez cuando nos conocimos, me propuso templar y beber toda la noche frente al grafiti.

Compramos una botella de aguardiente y diez cervezas; preparamos la pintura, hicimos el diseño en un papel y consumimos mucho tiempo decidiendo la hora que íbamos a poner en el reloj. Después de larga discusión decidimos poner la hora del hundimiento del Titanic. Esperamos a que el vecindario durmiera, nos bañamos, y con la adrenalina en su punto más alto, salimos  a caminar, felices y enamorados de la ciudad, que destruida como una viejita antigua, nos regalaba lugares para ejercer nuestro activismo. 

Mis manos y las de ella se balanceaban en la escasa luz nocturna. La sombra de su cuerpo acariciaba la calle, y allí supe que, quizás, nos queríamos un poco. Ella adivinó mis pensamientos. –Cuando acabemos de pintar te voy a dar la singada más rica del mundo, y después, cuando regresemos a casa, vamos a soñar que en Cuba va a nevar– Me dijo con morbosidad revolucionaria, mientras los almendrones que pasaban le alumbraban las poderosas nalgas.

La vida es una mierda, lo sé. Llegó la policía apenas comenzamos a pintar en el muro. Posiblemente un chivato del barrio nos vio entrar sigilosos al caserón destruido y dio el aviso. En segundos nos rodearon y comenzó la pelea. Ella estaba registrada como reaccionaria, y lo primero que hicieron fue llamarla por su nombre, arrastrarla hasta el carro patrullero y darle una gran paliza. La sopetearon, le metieron las manos por debajo de la saya y amasaron sus muslos. Con terrible ira traté de impedir el abuso acercándome bajo golpes y ofensas, pero eran siete tipos prestos a todo y con impunidad total para hacer de nosotros lo que quisieran. 

Comenzó a llover en medio de la riña, y Dayana empapada se resistía. Yo veía sus manos blancas insistiendo en una caricia de las mías, un abrazo solidario que nos diera fuerza. Mientras los golpes sucedían lo que vino a mi mente fue un video clip de Madonna cantando “Hung Up”; imaginé el vergonzoso espectáculo policial como la puesta en escena del video, con los gendarmes golpeando al compás de la música en una danza macabra, mientras miles de militares aplaudían con cotorras posadas en sus cabezas, bebían y daban loas al totalitarismo, mientras un avión lanzaba toneles de mierda sobre el escenario. Todo eso pasó por mi mente en medio segundo, y me dio fuerzas para evadir algunos golpes. Logré zafarme y llegué hasta ella y pude arrancarla de los brazos de dos policías que evidentemente querían darse el hartazgo con su cuerpo, pero recibí el tonfazo en mi mano derecha, ese que me paralizó totalmente y me hizo caer de bruces sobre el fango. 
Algo sucedió; debe ser que de tanto alboroto el barrió despertó y se hizo evidente la violencia policial. El caso es que nos dejaron tirados en plena calle, ella sangrando con los labios rotos, además de varios golpes en su cuerpo, y yo con mi respectiva herida en la cabeza y la mano derecha totalmente inutilizada.

Nos fuimos caminando lentamente; no importó la lluvia, ni los golpes ni la posible delación de los chivatos que inundan La Habana. Tocamos en casa del doctor, que me atendió muy preocupado al ver el estado en que estaba mi mano. Tenía que operarme cuando bajara la hinchazón, y él lo haría muy gustoso, evitando que tuviera que ir a un hospital para no tener riesgo de infección por la suciedad y la mala atención, y donde quizás nos estuvieran esperando.


Cuando salimos, casi amaneciendo, el dolor en ambos había menguado debido a la medicación. 
Dayana ostentaba unos labios sanguinolentos e hinchados. Nos mirábamos fijamente mientras caminábamos. Hubo un momento de silencio.

–Cuando lleguemos a casa nos vamos a bañar y después vamos a tomarnos un buen café y dormir como Dios manda– me dijo bajito, para que los pajarracos que se balanceaban en los cables de la luz no nos oyeran.

Allí fue que comprendí la libertad, la extraña forma de los que nunca han tenido problemas con la memoria interna, con la motherboard del alma, allí donde se redactan las doctrinas personales y el modo de vida de los que jamás se arrodillan.

La humedad nos abrazaba vulgarmente, y los huesos medio rotos se olvidaron del dolor. Fuimos felices en la mugre de una ciudad que sufre; cantamos una canción de Sistem of a Down con la certeza de que habíamos hecho algo grande, y nos fuimos a casa muy contentos.

No hay nada tan hermoso como repetir una y otra vez una película que me gusta. No me cansa ver y seguir los diálogos, disfrutar el paisaje y la música de fondo de un filme de culto. Así ha sido mi historia con esta mujer. Ella es como un thriller hecho en Cuba, donde la acción, el dramatismo y el morbo conforman una súper producción en 4k y con miles de traducciones simultáneas.

Dos días después del encontronazo con la policía me botaron de la relojería por ser “desafecto” a la revolución, y he tenido que vivir arreglando relojes de forma clandestina, vendiendo ajustes de tiempo, aparatos que registran cada segundo para no desviarnos de la oscura y predeterminada linealidad de la existencia. 

Ella se larga mañana; fue expulsada de su trabajo y marcada para siempre en el listado de los disidentes peligrosos. Su familia hizo lo imposible para lograr que al menos, fuese medianamente feliz, alejada de la violencia y amenazas policiales, y le pagaron el pasaje a Nicaragua y un coyote carísimo que la acompañará hasta México y la ayudará en el proceso de entrada a los Estados Unidos. Me dice que apenas llegue a Naples, ciudad donde la espera la familia, sabrá qué hacer para sacarme, y que buscará el dinero necesario para que en poco tiempo yo pueda hacer el mismo trayecto. Ninguno de los dos sueña con irse, simplemente amamos estas calles llenas de baches y con olor a aceite quemado, pero no nos queda de otra. Si Dayana sigue aquí, en breve tendré que salir yo solo a pintar paredes pidiendo su libertad, pero ella no es mujer de prisión, pues su espíritu se apagaría, y entonces la vida fuese una mierda.

Pienso en sus manos, en las mías, en la marca de carmín que me dejó anoche y que ahora no quiero borrar.
Una señal de amor sobre otra de odio, puede ser como un tesoro que a veces no comprendemos del todo, y si un día la vida me tira al piso, esa marca podría salvar mi corazón del veneno de las miserias humanas y de la vergüenza de ser un hijo de puta.

En breve llegará a mi apartamento; traerá varios títeres fabricados por sus manos que la antigua compañía de teatro despreció por ser una mujer marcada por la Seguridad del Estado. Estaremos toda la tarde abrazados, ajustando nuestro tiempo con caricias, después nos dormiremos para quizás soñar nuevamente que caerá nieve en la ciudad.
 
Mañana, cuando estemos camino  al aeropuerto en un viejo y destartalado almendrón, sacaré de mi bolsillo un creyón labial, y en el trayecto por Boyeros le pediré que con sus labios embarrados del clásico carmín, repase cada centímetro de nuestros cuerpos, y le juraré que no me lo quitaré hasta el día en que podamos vernos de nuevo, para que sus manos y las mías vuelvan a ser lo que siempre fueron: cuatro manos en dos cuerpos que, a fin de cuentas, es uno solo contra el mundo. 

Entonces en un trineo bajaremos por Monte hasta llegar al verdadero Parque de la Fraternidad, y no habrá necesidad de estar escondiéndonos de chivatos y bergantes. Bajaremos dando alaridos, envueltos en bufandas verdosas, y en las aceras iluminadas, nos verán pasar la muchacha de mi niñez, que bañándose desnuda entre la nieve me dará un adiós con complicidad; estará mi tío fumador riéndose de mí, los policías avergonzados y siniestros, los títeres de Dayana bailando una conga, y un reloj enorme marca PATRIA  colgará en medio de la calzada, y al final llegaremos a un bar pintado de azul donde trabaja Dios, y nos dará la bienvenida diciéndonos: ¿Quieren cien litros de libertad? No tienen que dar nada, ya ustedes, junto a miles de cubanos, pagaron hace rato.  

domingo, 14 de abril de 2024


 Sonetos pícaros de mi libro inédito
La Strada

(Sección La Alquitara)


Dos lesbianas muy viejas
desayunan

Deseo acariciarte las guedejas
que rozan sin piedad la mantequilla,
quisiera desnudarte en esa silla
y sin nervios ir lamiendo tus callejas.

El mundo pensara que par de viejas
no saben disfrutar de una morcilla,
pero será mejor pan con tortilla
caliente en el anafre sin tus quejas.

Mi dedo es como pija sin cordojo
que quiere estar hundiéndose en tus nidos,
mordiéndote las nalgas con el rojo

carmín que hallé en tu boca y los caídos
pezones que se empinan a mi antojo,
bailarán con mi concha y mis quejidos.   

Van poetas discutiendo entre ellos
quién es el más culto

He leído a Sor Juana y a Kundera,
a Borges a Platón y a Mayakovski,
disfruto todo el cine de Tarkovski
y en arte tengo libros de Mosquera.

Y yo he tenido a Stendhal y a Cabrera
Infante en mis almohadas con Bukowski;
soñando con Bretón y hasta con Trotski
le hice el sexo oral a mi librera.

Oigo a Pink Floyd, a Silvio y a Moncada.
Y yo a Serrat, Fito Páez y Aragón,
recito la Canción Desesperada,

leo a Vallejo, a Virgilio y a John Donne,
y si hablamos de cine vi La Strada
con Nogueras y Lezama en un rincón.


Un enano desnudo va
pasando frente al sagrario

No comprendo el porqué de esta locura
mostrando mis vergüenzas a la gente,
despierto aquí desnudo y velozmente
emprendo la carrera con pavura.

No tengo buen oficio ni estatura,
ni nada en este mundo que sustente
el mostrarle mi badajo a la decente
cristiandad asustada junto al cura.

Tendré que refugiarme en mi mansarda,
huyendo velozmente del sainete,
y oculta en la vedija mi espingarda,

risueño marcha ya este mozalbete
con tierno corazón que siempre guarda
ver monjas goloseando mi estilete.


Los dos se mientan  la madre

Me cago en la artesana de tus días,
la imbécil que te trajo a esta parcela,
que se preñó con názora de vela,
trayendo a la ciudad sus puterías.

La tuya es suripanta ¿Lo sabías?
El brillo de una pija la desvela,
meneándose con ritmo de vihuela
con ansias de sumarse a las orgías.

Tu madre es lo peor. - Peor la tuya
que es liviana y famosa en el cuartel,
que suda y con fruición traga la puya.

Pero aquella tiene el himen cual clavel,
si lo afeita los hombres la hacen suya
repartiéndose entre todos el pastel.


Está una prostituta añorando más dinero

Primero fue un gitano en la carreta,
después el monseñor del consistorio
y mostrando su sed, sus abalorios,
cerré mi noche en paz con un poeta.

Tengo dinero limpio en mi coqueta,
cien florines gané con el jolgorio,
quisiera que llegara Juan Tenorio
y seguir apuntando en mi libreta.

Yo sueño con tener un alcahuete
que haga llorar mis ojos cual cebolla
teniendo de acreedor al vil tolete

que deje entre mis senos la borbolla,
bailando con canción, con un motete
y el salario para encender la olla.

 
 Fray Bernardo se calienta
 con una foto de Rihanna

Me voy a emborrachar pues Dios no existe,
lo supe apenas vi en la sacristía
desnuda, apabullante, en plena orgía
un póster de Rihanna. Dios no existe.

Recuerda Fray Bernardo que rompiste
las bromas con el mundo, la entropía,
dejando en el dosel un mediodía
el morbo por mujer, eso dijiste.

Pero sigo embarcado en el peniche
que trae a mi alma todo el espejismo,
matando el corazón con este afiche

que provoca en mi verga el paroxismo,
y ocultando la foto, mi fetiche,
abrazaré por siempre el onanismo.

   
Un beodo no encuentra su calle

Mi hogar está en la calle Bellavista,
entre una casa azul y un hotelucho,
empero no aparece mi cuartucho
cuando estoy de felón como escapista.

Me inclino en humildad, que Dios me asista
la infamia de beber, contra eso lucho,
llorando pido acorro quando escucho
la copa que retuerce así mi vista.

El no encontrar mi calle es una nueva
jugaba de los dioses con el vino,
llenándome la alcuza cuando nieva,
de abere desandado mi destino.

Y así empinando el codo que me lleva
faza un tempo melhor, otro camino,
dispóngome a vivir en otra cueva.


Un pastor luterano
aconseja a una jovencita

Bendita en castidad maja fermosa
utiliza tu cuerpo sabiamente,
no le muestres tus curvas a la gente,
domina esa vagina poderosa.

Para más comprensión hay otra cosa
que debes meditar humildemente:
Yo debo ser quien palpe dulcemente
tus senos y esa fruta veleidosa.

Dios me hizo el elegido para hablarte
en lenguas, preparándote el futuro.
Sabrás que llegó el tiempo de sobarte

sintiendo entre tus piernas algo duro.
Verás mi espada honesta penetrarte
en plena santidad, te lo aseguro.


  Otro pastor de la teología de la liberación,
aconseja a la jovencita

Tu cuerpo es huracán muchacha bella
que anuncia los tormentos de la guerra,
un fusil de trinchera y de la sierra,
la esperanza del mundo y una estrella

solidaria en tu coño que destella
esperanza a los pobres de la tierra,
en una humanidad que al fin se aferra
a morir en tus senos cual centella.

En esta sociedad tan consumista
yo quisiera lamerte los pezones
buscando con orgasmo la conquista

de América que se alza con razones.
Sé cristiana, caliente y socialista,
camarada sexual de mis sermones.

       
      El violinista reprende a su hijo

Hijo mío te deseo desasnar
enseñándote con música, si puedo,
a expulsar afinado ese buen pedo
y tu alma no la vas a envenenar.

Se promueve al expulsarlo tu aladar,
desafinas, por piedad, metete en dedo,
si te niegas pues  tendrías que abastar

a la comarca. Libera en stacatto
por abere tener la melodía.
Para el ánima prosigue en moderatto,

vestro culo tendrá la esperecía,
dejando en la pared el sfumatto
y en suerte acabdaras la jerarquía.


El hijo de Onán

Qué pensará de mi Julio Cortázar
si  sabe que me hice una rayuela
al verte, estando yo de centinela,
posando tú desnuda en el alcázar.

Qué pensarán de ti, si en ese alcázar
tú misma propiciaste mi candela
errática mostrando tu espinela
leyéndome a ese tal Julio Cortázar.

Si fuera en ese alcázar solo un sueño
saltando en la candela, y despertando,
tendría que morirme junto al leño

que sigue cual Cronopio demorando,
vistiéndome de Fama, con un dueño
junto a Julio Cortázar caminando.


 La gorda Donatella se mira
  en el espejo

Me han traído una bestia al aposento
que deforma con odio mi figura,
negándose a mostrarme la hermosura
que ostenta por el mundo este portento.

No entiendo faza donde va este invento
con tanta aborrescencia y desventura,
mi cuerpo ya abondado de gordura
sufre de abere estar en el tormento.

Ese cristal malvado me somete
acoier mi fealdad con malestía,
me presto de abiltar en mi retrete

con saña, pues quebró toda osadía,
mostrándome otra imagen, un falsete
que rompo sin piedad, con alegría.


Paulette "La regidora"

Yo soy la gran Paulette, soy la indecente
danzando en el lagar con los viandantes,
faziendo abes la corte a los tunantes
y vídeme palpando lo imprudente.

Acojo a cualquier hombre en mi caliente
posada en peor barrio de Nantes,
cobrando el buen peaje a esos infantes
comiéndose mi coño en el relente.

Yo soy la regidora pretensiosa
del precio dislocado del sainete,
sacando de mi rabia peligrosa

la fuerza de follar como un arriete,
soltando mis fluidos color rosa
se va caliente el culo cual soplete. 

Un Mujik maldice el día en que nació

El demonio quitome a la muchacha
que soñaba ver conmigo en el altar,
esa moza con quien quise abeviguar
hallando acertamiento en una dacha.

Más el diávolo viose con el hacha
poderosa decidiéndose a abiltar
mis pasiones. Me decido a caminar
hacia un antro y llorar con la garnacha.

Maldigo pues mi burdo nacimiento
perdiendo mi fervor y toda argucia,
llevándome a la boca ese fermento

que deja en mi pensar toda la sucia
cadena de dolor y este momento
de hastío y de rencor por toda Rusia.


El carnicero se folla a su clienta

Ya debo ir descociendo lo soñado
al lado de esta roja carne fría,
huyendo del hedor y la behetría
palpándote ese cuerpo bien medrado.

Tus curvas tibias son, en buen estado,
un logro universal en geometría,
faziendo de mi morbo idolatría,
tomando della vita el buen bocado.

Te voy a penetrar entre las reses
dormidas para siempre, en sueño eterno,
te voy a calentar cual si fubieses

quemado todo el cuerpo de este infierno,
dejando en tus entrañas, si te meces,
el leño acalorado del invierno.

La soldadesca captura a un fisgón

Maldito sea el espacio, mare mía,
que existe entre ese cuerpo y el cerrojo.
Os juro, voy creyendo en el enojo,
merezco la prisión por lo que vía.

Tan solo comprendedme la poesía
de esa bella joven sin despojo,
desnuda, enjabonándose a su antojo,
y yo de verla solo moriría.

Entiéndanme soldados, fue imposible
evitar la bendita calentura,
llevándome a los ojos la terrible

obliganza de usar la cerradura
y abere con mis manos la inasible
manera de alcanzar tal fermosura.

viernes, 5 de abril de 2024

Sobre los dibujos de Maurice Sparks.
Texto de Juan Carlos Recio.

Miro los dibujos de Maurice Sparks.

Si crítico y criterio,  todo lo deconstruye desde un ámbito personal sobre lo pragmático, y no desde una atmósfera que introduzca el pensamiento creativo, sin dudas el objeto, obra, o su visualidad sobre la que se expone, no está siendo asimilada con justicia.

Lo que me ocurre con el trabajo visual de Maurice Sparks, tiene mucho que ver con el poder espiritual y disuasivo con el que trabaja su conciencia creativa.

No impone lo que sugiere, porque no es ni tan directo que sea masticado, ni tan divergente que sean elementos “disociativos”; y se da también en ese ámbito, donde lo diferente se aprecia por la forma de tratar una temática ,que no trastorna lo identitario como eje o raíz de lo que asimila en carácter de historia, viñeta o sarcasmo, hasta su apropiación de la resultante de la existencia de los otros; acostumbra Maurice Sparks, formarse núcleos y resúmenes de contenido, que ni elude una responsabilidad con la estética, ni la precipita a lo explicativo, porque entiende,  que lo que debe ser expuesto como semilla y apertura, a una cosecha lúdica sin trastornos de conducta, es en relación siempre, a -objeto -deseo -causa -y efecto…, que también pareciera obtener desde un presupuesto ético, de todo aquello que sin prejuicio, mantiene los límites no negociables, (como oponente), contra la interpretación desagradable por alguna falta de sentido. Pecado permanente de mucho arte mediático, que interfiere con la realidad tratando de explicar su molde y no de romper esas ataduras mentales, tan inútiles y repetitivas, /en lo que denomino/, la repetición del fracaso, que por suerte, Maurice no opta, y por el contrario, es inusual y apartado en su singularidad, también de proceso creativo transcendental.

Una verdadera creación se distingue por su autenticidad de contenido, incluso, aunque si los que la analizan no son capaces de verla desde la imaginación de lo creado. El resto de ese estado consciente pragmático del criterio del opinante es casi nulo, cuando no se da desde la apropiación del objeto -arte, en la que el creador provoca con exégesis y hermenéutica, la catarsis, o en oposición, lo que es aceptable en su desprendimiento, desde aquello que debes introducir,  como interpretación de lo que su autor con sapiencia, pareciera enfocar, temática que no excede al absurdo, porque las emociones no vienen de lo contrito, pareciera se trata de que expande sobre una dimensión no calculada, en la dinámica de las dualidades, que sin ser oblicuas, son suyas,  en tanto parecieran formar un universo de pluralidades interpretativas; de hecho su concepto de mas alcance, pareciera priorizar las emociones, desde exactitudes, con la que su enfoque y su centro, se ubica en movimientos, toman trazos y formas que agudizan por la sencillez de lo que se interpreta,  hasta la majestuosidad con la que lo simbólico y lo profundo, vienen como mente poderosa en simbiosis hacia la exterioridad, como flujo inconsciente que logra lo magnífico, desde el entendimiento no retórico, hacia su expresión sobresaliente.

Koniec








ERNESTO G. nació en La Habana en 1967. Es narrador y poeta, licenciado en Lengua y Literatura Inglesa por la Universidad de La Habana. Primera Mención de Poesía en el Concurso “13 de Marzo” (1987). En Miami, donde vive desde 1995, ha publicado dos libros de relatos breves y uno de crónicas sobre La Pequeña Habana. Actualmente reside, rodeado de plantas, en La Pequeña, Habana con su esposa y sus dos gatos. 
Dibujar es para él, otro modo de pensar.

 

miércoles, 3 de abril de 2024

El tribunal rechaza la apelación de Aniette González, sentenciada a 3 años de privación de libertad por posar en varias fotos envuelta en la bandera cubana.

El estado cubano vende en las cuatro esquinas una imagen cándida y democrática, pero en realidad, no quiere a su pueblo, e incluso, irrespeta los símbolos patrios, pues estos son propiedad de cada habitante que ame a su país, y el amor "nunca deja de ser" ni se puede controlar con ordenanzas ni decretos que impidan el libre uso de un símbolo.

El estado ha utilizado la bandera como el gran  mercachifle, con tres o cuatro payasos cantando y dando vivas al poder, meneando nalgonas y gritando obscenidades; pero eso no le molesta porque es propaganda "básica" de alabanza a un sistema en estado de coma. En cambio, lleva a la cárcel a Luis Manuel Otero Alcántara y a Aniette González, jóvenes que han utilizado la bandera con diez toneladas más de dignidad que todos los cantantuchos, extranjeros y del patio, que la han subido a burdos escenarios.

Pero la Patria no es el estado, no es el Partido, no es Fidel, ni Raúl, ni Diaz-Canel. Patria es un todo, un enjambre de ideas donde cabe cada cubano. Patria no es ideología, es un estado de gracia donde cada ciudadano tiene su manera singular de moldear la libertad.
Qué vergüenza un país  con semejante injusticia.

martes, 2 de abril de 2024


Conocí a Sandra por el Facebook, red social que no es del agrado todos, y que a mí me encanta, pues da la posibilidad de crear lazos de amistad con gente valiosa.

He seguido su carrera artística con muchísimo interés, y he visto en ella a una creadora sui géneris.

Sus fotos, con una visualidad ejemplar, no dejan cabos sueltos cuando entramos  a descubrir esos trozos de realidad que esperan ser descubiertos. La fotografía, como decía Miguel Ángel sobre la escultura, está ahí, esperando por un artista del lente que la separe del ruido y la descubra.

Aquí les muestro parte de la serie “Ciudad de sombras”. San Agustín escribió que los humanos estamos en un universo donde la luz y la sombra fungen como elementos salvíficos. Sandra lo interrumpe, mostrando un paisaje donde impera la segunda.

Qué sería de nosotros sin la luz –podríamos decir–, pero la sombra nos muestra las tonalidades, el claroscuro, las carencias y niveles estéticos en nuestra convivencia con esa realidad, ese mundo que nos absorbe. Eso Sandra lo tiene resuelto, y su obra lo demuestra.










Sandra Rossi Brito.

 La Habana, Cuba. 1967

Profesión: Filóloga, editora y fotógrafa.

Exposiciones:

- Exposición colectiva “La imagen olvidada”, con la obra Caída libre; Centro Provincial de las Artes Plásticas y Diseño de La Habana, Luz y Oficios, Habana Vieja; agosto de 2023.

- Exposición colectiva “The Woman’S Show”, con la obra La sombra de Eco 1, de la serie: COGITO ERGO SUM; Centro Provincial de las Artes Plásticas y Diseño de La Habana, Luz y Oficios, Habana Vieja; Noviembre Fotográfico, 10 de noviembre de 2023.

- Exposición colectiva del XVII Salón Africano Wemilere 2023, con la obra ¡Ashé Osaín, moguayé!; Galería de arte Concha Ferrant, Guanabacoa; 11 de noviembre de 2023.

- Exposición colectiva del VII Salón de Fotografía del Cuerpo “Herman Puig”, con el díptico compuesto por las obras Sobre mis pasos y Autoanclaje, de la serie: COGITO ERGO SUM, Galería de arte Mariano Rodríguez, Villa Panamericana, Cojímar; 18 de noviembre de 2023.

- Exposición colectiva del XXX Salón de artes plásticas “Arístides Fernández”, con la obra La sombra de Eco 1, de la serie: COGITO ERGO SUM; Galería de Arte Arístides Fernández, Güines, Mayabeque; 28 de enero de 2024.

- Exposición colectiva “Pensamientos en La Habana: Las calles de Lezama”, del Proyecto Lente Artístico en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana; Pabellón Cuba, Vedado; 16 de febrero de 2024.

- Exposición colectiva del XXX Salón de Arte Erótico, con la obra Éxtasis; Galería de arte Fayad Jamís, Alamar; 17 de febrero de 2024. 

- Exposición colectiva online “Descoloquen”, con la obra El ojo que ves no es…; Galería Instantáneas Prismas (virtual), Gijón, Asturias, España; 25 de marzo de 2024

Premios:

- Premio del XVII Salón Africano Wemilere 2023, a la obra ¡Ashé Osaín, moguayé!, Galería de arte Concha Ferrant, Guanabacoa; 11 de noviembre de 2023.

- Premio del Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño de La Habana, en el VII Salón de Fotografía del Cuerpo “Herman Puig”, al díptico compuesto por las obras Sobre mis pasos y Autoanclaje, de la serie: COGITO ERGO SUM, Galería de arte Mariano Rodríguez, Villa Panamericana, Cojímar; 18 de noviembre de 2023.

- Mención del XXX Salón de Arte Erótico, con la obra Éxtasis; Galería de arte Fayad Jamís, Alamar; 17 de febrero de 2024.


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